Desde un köan a un soneto

Un kōan (公案; Japonés: kōan, Chino: gōng-àn) es, en la tradición zen, un problema que el maestro plantea al novicio para comprobar sus progresos. Muchas veces el koan parece un problema absurdo, ilógico o banal. Para resolverlo el novicio debe desligarse del pensamiento racional y aumentar su nivel de conciencia para adivinar lo que en realidad le está preguntando el maestro, que trasciende al sentido literal de las palabras.

Me encontré con un amigo y ex-profesor de música del colegio secundario, Héctor Rotger hará un par de meses mientras bajaba del auto las bolsas del supermercado.

Un encuentro casual en un momento cotidiano; sin embargo, luego de los saludos de rigor, la charla comenzó fluída sobre temas varios hasta llegar al concepto del «gato de Shchrödinger». ¿Cómo es posible que no se sepa si el gato esté vivo o muerto hasta tanto no se abra el cajón?

El experimento mental consiste en imaginar a un gato metido dentro de una caja que también contiene un curioso y peligroso dispositivo. Este dispositivo está formado por una ampolla de vidrio que contiene un veneno muy volátil y por un martillo sujeto sobre la ampolla de forma que si cae sobre ella la rompe y se escapa el veneno con lo que el gato moriría. El martillo está conectado a un mecanismo detector de partículas alfa; si llega una partícula alfa el martillo cae rompiendo la ampolla con lo que el gato muere, por el contrario, si no llega no ocurre nada y el gato continua vivo.

Cuando todo el dispositivo está preparado, se realiza el experimento. Al lado del detector se sitúa un átomo radiactivo con unas determinadas características: tiene un 50% de probabilidades de emitir una partícula alfa en una hora. Evidentemente, al cabo de una hora habrá ocurrido uno de los dos sucesos posibles: el átomo ha emitido una partícula alfa o no la ha emitido (la probabilidad de que ocurra una cosa o la otra es la misma). Como resultado de la interacción, en el interior de la caja, el gato está vivo o está muerto. Pero no podemos saberlo si no la abrimos para comprobarlo.

Si lo que ocurre en el interior de la caja lo intentamos describir aplicando las leyes de la mecánica cuántica, llegamos a una conclusión muy extraña. El gato vendrá descrito por una función de onda extremadamente compleja resultado de la superposición de dos estados combinados al cincuenta por ciento: «gato vivo» y «gato muerto». Es decir, aplicando el formalismo cuántico, el gato estaría a la vez vivo y muerto; se trataría de dos estados indistinguibles.

La única forma de averiguar qué ha ocurrido con el gato es realizar una medida: abrir la caja y mirar dentro. En unos casos nos encontraremos al gato vivo y en otros muerto. Pero, ¿qué ha ocurrido? Al realizar la medida, el observador interactúa con el sistema y lo altera, rompe la superposición de estados y el sistema se decanta por uno de sus dos estados posibles.

El sentido común nos indica que el gato no puede estar vivo y muerto a la vez. Pero la mecánica cuántica dice que mientras nadie mire en el interior de la caja el gato se encuentra en una superposición de los dos estados: vivo y muerto.

Esta superposición de estados es una consecuencia de la naturaleza ondulatoria de la materia y su aplicación a la descripción mecanocuántica de los sistemas físicos, lo que permite explicar el comportamiento de las partículas elementales y de los átomos. La aplicación a sistemas macroscópicos como el gato o, incluso, si así se prefiere, cualquier profesor de física, nos llevaría a la paradoja que nos propone Schrödinger.

En ese discurrir estábamos cuando recordé el famoso köan:

¿Qué sonido produce el quebrarse de la rama en el bosque si no hay nadie para oirlo?

Pensando en la similitud de la ausencia de observador. Si no oyente el sonido queda indeterminado en vivo o muerto del pobre gato, sino en las innumerables posibilidades de sonido de la caída de la misteriosa rama en el bosque solitario. Le mencioné a Rotger el köan en cuestión y luego de unos días me regala el siguiente soneto:

Sonido

Nadie hubo en el bosque cuando al árbol
se le quebró una rama. ¿Qué sonido
creó la rama ahí, si no hay oído
para algo tan de él como escucharlo?.

Tan de él escuchar si hubo crujido
de rama que se quiebra, no este caso;
ninguna audición hubo y aún el gajo
vacila entre colgado y desprendido.

Pero sea que oscile o se desprenda
del leñoso muñón, lo que ahí cuenta
es el nudo encerrado en la pregunta.

Y ese nudo no puedo desatarlo
sin ser rama quebrada, sin ser árbol,
sin ser bosque, luz, tierra, viento y lluvia.

Héctor Martín Rotger

De un köan a un soneto, de la paradoja a la física, y luego al arte. Todo este episodio es un köan en si mismo. Pienso.

3 comentarios en “Desde un köan a un soneto”

  1. Juan Manuel Martínez

    Excepcional entrada, Gustavo. Y el soneto me pareció sensacional. Un saludo.

  2. Gustavo Courault

    ¡Gracias Juan Manuel!
    El soneto realmente es muy bueno, lo publiqué con el permiso de su autor: Héctor Martín Rotger.

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